Cómo elegir la mochila para hacer escalada deportiva

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27/01/2025

 

Cómo elegir la mochila para hacer escalada deportiva

 

Foto de Camilla MilanI, SCARPA

Todos empezamos a ir a los riscos con nuestro primer equipo, que normalmente se limitaba a un arnés y unas cuantas cintas rápidas, en una mochila de senderismo normal. A medida que nuestra experiencia en escalada crecía, y con ella nuestro equipo, nos dimos cuenta de las ventajas de contar con una mochila diseñada específicamente para esta actividad.

 

Las mochilas para acantilado se crearon con la idea de organizar todo el material necesario para la escalada deportiva de la mejor manera posible, por lo que suelen tener lazos para enganchar cintas express sin tenerlas desperdigadas por el fondo de la mochila, un sistema de transporte para la cuerda y, quizás, un compartimento para llevar los pies de gato, separados del resto del material.

 

Son muchos los detalles que definen una mochila de escalada: cuando empieces a aprovechar todo el potencial de una mochila de este tipo, ¡te darás cuenta de que ya no puedes prescindir de ella!

Foto de Christoph Muster, Edelrid

El volumen ideal de una mochila de escalada deportiva

 

Al igual que ocurre con las mochilas de senderismo y montañismo, la capacidad de una mochila de escalada dependerá de lo exigente que vaya a ser la escalada, es decir, de la cantidad de material que decidamos llevar, pero también de la estación del año, lo que implica más o menos capas de ropa y de la longitud de la aproximación.

 

En general, sin embargo, las mochilas de escalada no necesitan una capacidad exagerada: las más grandes, es decir, de entre 40 y 55 litros, suelen ser elegidas por quienes también quieren utilizarlas en otras situaciones, como la escalada en multipitch o Big Wall.

 

La principal diferencia entre una mochila «pequeña» (entre 8 y 20 litros) y una «mediana» (entre 20 y 40 litros) radica principalmente en el tipo de transporte de la cuerda: en una mochila pequeña, la cuerda se transportará externamente mediante un enganche de cincha o una lona porta cuerda, y será ideal para aproximaciones cortas. En una mochila mediana o grande, la cuerda se guardará internamente, idealmente en un portacuerdas incluido en la mochila, de forma que todo el equipo se almacene de forma compacta y se consiga la mayor comodidad, especialmente en el caso de aproximaciones largas.

 

Algunas mochilas de escalada respetan los límites de tamaño para llevar equipaje de mano en avión, lo que supone un gran avance si realizas viajes de escalada y quieres llevar tu equipo siempre contigo, sin riesgo de que se pierda entre el equipaje facturado.

Foto de Roberto Pellegrin, SCARPA

Organización del material: de las cintas express al casco a su alcance

 

La organización del material dentro de la mochila es crucial y marca la principal diferencia con otras mochilas. Además de la posibilidad de disponer de un compartimento para la cuerda o los pies de gato y de estar equipadas con anillos para cintas express, mosquetones y aseguradores, la mayoría de las mochilas de escalada incluyen soportes adicionales para el casco, elemento indispensable de nuestro equipo.

 

Las diferentes opciones «estratégicas» de las mochilas diseñadas para los acantilados también se corresponden con el tipo de apertura: podemos tener una apertura frontal, trasera, lateral o superior, o una combinación de dos de estas opciones.

 

Dado que solemos dejar la mochila tirada en el suelo durante la mayor parte del día, nuestra prioridad no será tener un acceso rápido e inmediato al material, sino poder acceder de manera amplia y cómoda a los rincones más inesperados, ¡donde solemos esconder el esparadrapo de dedos o la lima de piel!

 


La bolsa de magnésio: la espina clavada de todos

 

Llevar la bolsa de magnésio en polvo es uno de esos detalles a los que no prestas atención hasta que experimentas el daño descontrolado que causa el finísimo magnésio en polvo esparciéndose por todas partes. Aunque, por supuesto, todas nuestras bolsas tienen cierres muy seguros, siempre puede ocurrir que no hayas apretado bien el cordón o que se produzca cualquier otro percance.

 

Para evitar este problema, algunas mochilas se fabrican con bolsillos de malla, incluso internos, en los que puedes meter todo lo que no quieras que vague libremente por el interior de la mochila: desde la merienda hasta el magnésio, pasando por el kit de piel o el esparadrapos de dedos. Estos bolsillos pueden ser un auténtico revulsivo.

Foto di Martin Poetter, Edelrid

¿Rígidas o semirrígidas?

 

Dentro del paquete de «funcionalidad» de las mochilas, encontramos el factor rigidez: las mochilas rígidas permiten llenarlas muy rápidamente, conservando su forma y ofreciendo una gran estabilidad, incluso durante la marcha de aproximación. Más allá de nuestra preferencia personal por un modelo u otro, esta opción es buena si pensamos utilizarla mucho en entornos con mucha suciedad o arena, donde es muy probable que se ensucie tanto por fuera como por dentro si la dejamos en el suelo.

 

Por el contrario, si escalamos principalmente en entornos rocosos, donde necesitamos que la mochila se adapte a la forma de la base —no precisamente plana— de la que parten las vías, puede ser una ventaja contar con una mochila de estructura semirrígida.

 

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